Con la llegada al poder de Ptolomeo, general griego de Alejandro Magno, a Egipto en el siglo IV aC se funda un culto sincrético, es decir, que une diferentes rasgos de dos religiones, la griega y la egipcia.
Los egipcios ya estaban acostumbrados a que cada nueva dinastía impusiera a su dios. En cuanto a la religión egipcia, en el Mediterráneo occidental había dos sentimientos contrapuestos: por una parte, aceptación, por la antigüedad de estas tradiciones sagradas, el esplendor de sus templos y sus ceremonias y el tono misterioso de sus cultos. En cambio, causaba repulsa por el fetichismo o la adoración a plantas y animales.
Un culto puramente egipcio no habría triunfado en Occidente, de ahí la importante aportación de los Ptolomeos, que supieron suprimir lo que causaba repugnancia y fomentar el que atraía.
Estos nuevos cultos sincréticos de Isis y Serapis viajaron desde Egipto hasta Grecia. La isla griega de Delos fue un gran centro isíaco; los fuertes lazos comerciales entre Delos y Roma exportaron también el culto a Isis en la península itálica. Por supuesto, Roma adaptó estos dioses orientales a las divinidades latinas, integrando el culto grecoegipcio de Isis dentro de sus creencias.
La política de Roma fue en algunas épocas muy contraria a los cultos orientales, defendiendo la religio de sus antepasados ante la externa superstitio, las supersticiones extranjeras. Sin embargo, los cultos isíacos arraigaron tan profundamente en la sociedad romana que incluso algunos emperadores, como Adriano, llegaron a ser adoradores de Isis.
Los cultos orientales eran más atractivos que la religión tradicional romana, demasiado fría y ligada al estado. Las creencias orientales ofrecían a sus devotos un sentido a la vida, la esperanza en una nueva existencia cerca de la divinidad después de la muerte y el hecho de poder realizar una iniciación personal a los misterios de la religión. Y, por supuesto, la exótica escenografía de los ritos y procesiones, los vestidos extranjeros y los extraños elementos de culto encantaban a la población romana.