Por segundo año consecutivo, dentro del marco del festival Tarraco Viva, y junto a Ludi Scaenici, hemos recreado Bacchanalia, los misterios de Dionysos en el Priorat.
Hemos buscado un espacio que se ajustara a la actividad que realizamos, la ceremonia de iniciación para convertirse en un bacchos. Este espacio lo hemos hallado en Porrera, un pueblo que nos ofrece una serie de ítems imprescindibles: la presencia de un curso de agua, la idea de ascenso y la localización, dentro de un medio urbano, de un espacio similar a una cueva, ya que en cuevas se celebraban los misterios. En Cal Porrerà hemos localizado el antro baquico.
El conocimiento que tenemos de estas ceremonias mistéricas es escaso ya que eran rituales secretos y ocultos en los que se exigía un compromiso de silencio a los iniciados e iniciadas. Afortunadamente, hubo indiscretos que violaron el secreto, por lo que la documentación que poseemos nos permite hacer una aproximación a lo que debería ser el ceremonial.
Nuestro punto de partida es el mito de Dionysos-Zagreus, tal y como ellos debían recrearlo. Se trata de un mito reelaborado por los orfistas en el s. VI aC, un mito que observa la naturaleza a través de la agricultura de la viña y a través del proceso de fabricación del vino. Dionysos es oinos (vino), y en su mito y en el ceremonial apreciamos múltiples símbolos que nos sumergen en la agricultura de la vid y en el proceso de elaboración del vino. En estos elementos hallamos la base para recrear la ceremonia.
Así, por ejemplo, el desmembramiento de Dionysos por los Titanes nos evoca la vendimia: los titanes nos recuerdan a los vendimiadores que “desmembran” las cepas de los sarmientos, pero también los vendimiadores son los sátiros que aparecen en la iconografía realizando las tareas más duras de la recolección. Estos sátiros son criaturas imaginarias, híbridos de hombre y mulo, y con el mulo se trabaja en la viña. También el mulo o los burros podaban de manera natural los sarmientos, que tenían una altura a la manera de un árbol. Por ello, cuando narramos el mito de Erígone se justifica su ahorcamiento del sarmiento, que tiene el tamaño de un árbol, y la oscilación de su cadáver. Este movimiento del cuerpo propicia una buena cosecha y un posterior buen vino; también el movimiento de su cuello es el que reproducirán las ménades, las compañeras de Dionysos, que culminan las ceremonias iniciáticas “despertando” a Dionysos del inframundo gracias a su danza giratoria y al movimiento de su cuello.
Cuando se despierta a Dionysos y sube desde el mundo de los muertos a la vida es el momento en que nace la vegetación. Y apreciamos cómo en todo momento estamos hablando de los tres mundos en los que vivía inmersa la persona en la antigüedad: el mundo urbano, el bosque y, separándolos, el mundo agrícola. Las ciudades o pueblos son espacios domesticados dentro del mundo salvaje que es el bosque, dónde viven dioses como Pan, vinculado al pastoreo e identificado con la cabra, el animal que de manera tradicional ataca el viñedo y es por eso el animal sacrificado a Dionysos. En el mito, este dios se presenta en forma de cabra cuando lo capturan y desmembran los Titanes. Entre estas dos áreas, ciudad y bosque, tenemos el mundo agrícola, una zona que supone domesticar el medio natural, un espacio-frontera entre la polis, la ciudad, que simboliza el orden, lo controlado y regulado, y el bosque, lo salvaje y desconocido. Todos los mundos confluyen en Dionysos, y de todo ello hemos hablado en Porrera durante esta edición de 2015.
Qué mejor lugar para hablar del dios del vino y la vegetación que el medio rural al que pertenece este Priorat que opta a una candidatura UNESCO y al que deseamos la mejor de las suertes en su camino…
¡Evohé Priorat!